“¡Gracias, México!”: una experiencia de voluntariado

Marian, mujer refugiada en México y usuaria de nuestra Ruta de la Hospitalidad, fue parte del programa de voluntariado en Asylum Access México. En el área de comunicación de la organización, ayudó a elaborar contenidos que resonaran con la comunidad refugiada. Esta es su reflexión sobre su experiencia como voluntaria:

“Cuando yo nací, el mundo no estaba roto todavía, pero no tardaría en estarlo”, reza esta frase del escritor español Juan José Millás en su libro El mundo. Cuando leí este libro, supuse un mundo de ficción, de esa exageración propia del arte, de las letras, de los sentimientos. Pero no. Llegaría el momento de ver mi propio mundo roto.

En octubre de 2018, me vi forzada junto con mi esposo a huir no de mi país, sino de personas que querían o quieren hacer daño y cuyas amenazas subían cada vez más de tono y se acercaban a convertirse en realidad. El dos de octubre arribamos a México y la casa se me hizo inmensa, del tamaño del mundo.

Alrededor de dos años me tomó recobrar un poco las ganas de vivir. De poder visualizar un futuro, de poder imaginar algún día decir: estoy en casa. Después de informarme con el ACNUR de los pasos a seguir para ser reconocida con la condición de refugiada y de completar estos trámites, surgieron cambios en mi percepción de la vida, del mundo en el cual quería vivir y del compromiso que surgió de la oscuridad para convertirse en este reto personal, que abraza las ganas de vivir y de ser libres de las personas que cruzan fronteras, porque sus gobiernos les fallaron y en ocasiones, son sus mismos verdugos.

En ese trajín de la vida, conocí a Sin Fronteras, Programa Casa Refugiados y Asylum Access México, tres organizaciones no gubernamentales que tuvieron un impacto significativo en la reconstrucción de esos pedazos rotos. También me ayudaron a entender que estas cicatrices del alma no deben suponer un obstáculo para creer en las personas, sino, en poder ser capaz de transformar este dolor en motivación para aportar un poco de esperanza en los que vienen.

Estas cicatrices del alma no deben suponer un obstáculo para creer en las personas.

Marian

Un día mientras ojeaba las páginas habituales para buscar trabajo, me topé con la invitación que Asylum Access México hacía para ser voluntarios. No dudé en mandar la carta donde planteaba mis motivaciones, porque puede que no tenga claro lo que quiero para mi vida, pero sí lo que no quiero: ser una espectadora casual del mundo y sentirme como víctima, indefensa, sola. Durante seis meses conviví de manera virtual con Diana e Ingrid, quienes, con su confianza y entrega, me ayudaron a creer nuevamente en mis capacidades y valorar los saberes que traía desde mi país de origen, Nicaragua. No me va a dar la vida para agradecer este acompañamiento y el coraje que me nació para postularme a vacantes que solamente soñaba, idealizaba y que hoy ya es una realidad.

En esta especie de metamorfosis emocional que estoy viviendo, he experimentado sensaciones que no sabía existían. Cuando Karla, la voluntaria de Asylum Access que me daba seguimiento me escribió para decirme que, con la Ruta de la Hospitalidad, un programa de Asylum Access, ya se había logrado la misión de verme encaminada a lograr grandes cosas, de tener un empleo y que era momento de soltarme la mano… Lloré muchísimo, no lo niego. Me dio miedo verme caminando sola, en esta inmensidad del mundo. Pero Diana, dijo lo correcto: “Ya no eres usuaria; eres aliada”. Eso fue suficiente para saber que yo jamás volvería a estar sola. 

Hoy, trabajo en Programa Casa Refugiados, con quien también colaboré en todas las actividades que ellos me invitaban. Con ellos, forjé un vínculo fuerte; eso que nos une está lleno de esperanza, de justicia, de reconocer en ellos mis guías y que esta relación que nació de la incertidumbre, hoy la seguimos construyendo juntos y enfrentando los retos cada vez más desafiantes y complicados con la esperanza de hacer la travesía de las personas más informadas, más dignas, más seguras. 

Si bien para algunas organizaciones, gobiernos y personas somos estadísticas, para otras somos sueños, oportunidades, vidas, historias, experiencias, saberes que aportan para construir paz y no violencia. He tenido la dicha de conocer y trabajar con voluntarios de otras partes del mundo como Estados Unidos, Bélgica, Australia, con quienes nos une esta gran capacidad de ayudar, de aportar a que las personas que se ven obligadas a desplazarse no se sientan solas y que puedan echar raíces fuertes en donde encuentren paz y la dicha de convivir. Mi andar no ha sido solo. Y esa ha sido la clave. 

Ningún régimen dictatorial ni acto de xenofobia va a limitar mi capacidad de soñar.

Marian

Sigo recogiendo pedazos para sanar, construir y aportar… Ningún régimen dictatorial ni acto de xenofobia va a limitar mi capacidad de soñar y de construir presente para tener un futuro. Que la vida valga la pena y así como me enseñó mi Alma Mater: “En todo amar y servir”.

Marian